21.11.07

A la mierda




Ha muerto Fernando Fernán Gómez.
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Los más jóvenes se han quedado con el ya célebre momento en el que mandaba a la mierda a un admirador que logró sacar al cascarrabias en que con el paso del tiempo se había convertido el magistral actor. Pero eso es una anécdota que no conforma categoría.
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Sus últimos papeles en la pantalla grande dejan constancia de una personalidad intensa, de una vida de oficio tan larga como próspera y de una capacidad sublime para dotar de profundidad arrolladora a cualquier personaje que abordara.
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Quizá la última de sus interpretaciones que más profunda huella deje en el cine español fue la que compuso como don Rodrigo de Arista Potestad, Conde de Albrit, en la magnífica "El abuelo" de José Luís Garci. Un león orgulloso e indomable que comprueba en el ocaso de su vida como todo aquello en lo que creyó, todo aquello que guió su vida, como el honor se torna en un principio de distinto valor y nos demuestra como la fidelidad a unos principios puede salvar la tiranía de la inflexibilidad que ha sido acrecentada por toda una vida. "El abuelo" supone una lección de humanidad y además del excelente trabajo de director, actores y técnicos no cabe suponer que el resultado hubiera sido el mismo ni por asomo de no tener ya todos, para siempre, el rostro y la voz tronante, el gesto y la mirada de Fernán Gómez en las retinas y pensar en ese abuelo colérico pero que demuestra que el corazón de un león puede prestar batalla hasta el final incluso del modo más sorprendente.
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En mi memoria Fernán Gómez es el Don Mendo de la cinematográfica adaptación de 1961 del sainete satírico caballeresco "La venganza de Don Mendo" del excelso Pedro Muñoz Seca, otro de esos genios intemporales que da España de vez en cuando, y de quien sin temor a equívoco puede decirse que fue genio y figura hasta la misma sepultura, pues en estos tiempos de recuperación de la Memoria Histórica no está de más recordar que en las puertas de ser fusilado por los republicanos en Paracuellos del Jarama al inicio de la Guerra Civil, despojado de sus bienes materiales, de sus anillos, reloj, etc. hasta de su imponente bigote que le afeitaron a la fuerza, se encaró con los que le llevaban a la muerte y les espetó:
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“Podréis quitarme las monedas que llevo encima, podréis quitarme el reloj de mi muñeca y las llaves que llevo en el bolsillo, podéis quitarme hasta la vida; sólo hay una cosa que no podréis quitarme, por mucho empeño que pongáis: el miedo que tengo”.
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Pues de su insigne pluma salió el libreto que durante décadas cosechó aplausos y éxito en el teatro y que conoció una adaptación cinematográfica dirigida por el mismo Fernán Gómez, como digo, que es la que me trae siempre a la memoria el nombre del actor, pues en mi infancia los veranos constituían un acopio de vivencias y lecturas, y entre estas, año tras año, junto a las novelas de El Coyote de José Mallorquí, era tradicional leer un pequeño librito, edición de los años 20 que aún guardo como uno de los más preciados tesoros de mi inabarcable biblioteca. Y parece mentira que casi un siglo después uno pueda seguir partiéndose de risa con esa obra teatral, o que casi medio siglo después uno pueda ver a Fernán Gómez componer el gesto desabrido de Don Mendo y seguir disfrutando con su frescura. Nada tiene que envidiarle en inmortalidad nuestro patrio Mendo a ese gabacho presuntuoso de nombre Edmundo Dantés y que para la literatura universal constituye casi el paradigma de la venganza en pugna reñida con el danés Hamlet... aprendices, la auténtica escabechina es la que ocurre en "La venganza de Don Mendo", en la que muere literalmente hasta el apuntador, y que queda para siempre inmortalizada con el rostro enojado enmarcado en el crespo y bermejo pelo de Fernando Fernán Gómez.
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Su calidad ha sido largamente recompensada con innumerables premios, desde el Príncipe de Asturias o el Nacional de Teatro a siete Goyas e incontables galardones en festivales de campanillas como Venecia o Berlín. Hemos disfrutado del Fernán Gómez actor en joyas del cine como "Domingo de carnaval", "Balarrasa", "Morena clara", "El espíritu de la colmena", "La colmena", "Belle epoque" o "La lengua de las mariposas".
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Como director nos ha dejado deliciosas obras como la mencionada "La venganza de Don Mendo", la truculenta "El extraño viaje", o la semiatobiográfica "El viaje a ninguna parte", fresco fiel de una época dura e implacable de la posguerra y de la vida ambulante de los "titiriteros".
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El teatro, donde inició su andadura profesional, también conoció de su trabajo como autor, y en ese afán costumbrista por reflejar momentos decisivos de nuestra historia nos legó una obra agridulce e inolvidable, "Las bicicletas son para el verano", que representó con su propia compañía y que fue llevada al cine años más tarde por Jáime Chávarri, dejando para la eternidad las imponentes interpretaciones de un entonces jovencísimo pero ya muy capacitado Gabino Diego y de un Agustín González que probablemente en esa película alcanzó una de sus cimas interpretativas haciéndose un hueco en nuestra memoria entrañable, evocador, tierno y melancólico.
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Hoy desaparece Fernando Fernán Gómez y deja un hueco que no podrá ser cubierto, porque aunaba carácter, genio (del bueno y del malo), sabiduría, versatilidad y oficio. Era uno de los últimos cómicos de la legua que quedaban en activo, y cuando una especie se extingue algo se pierde para siempre. Nos queda al menos el consuelo de la ingente obra (más de 200 películas como actor) que nos deja y el recuerdo que seguro que todos llevamos de él, de una u otra forma, en la memoria.

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